27 de mayo de 2018

Suicidium interruptus


Mi vida es un constante no pertenecer.
Un permanente viaje que empieza en el cero y termina en el cero.
Un llanto infinito en una sala de partos sin madre,
sin partida de nacimiento,
sin partida de defunción.
Mi vida es nómada donde los demás asientan sueños.
Es un adiós de enamorados quinceañeros, 
que deben irse pero se resisten.
Mi vida es una canción que nadie escucha, 
una moda que nadie usa, 
una tienda que no ha cerrado
porque el reloj se ha detenido
y las persianas que ya no pestañean
no permiten distinguir si es de día o es de noche. 
Mi vida es un fantasma aferrado a sus huesos fosilizados. 
Mi vida no se ha acabado porque no sabe que ha empezado. 

12 de mayo de 2018

Allende

Me tomó tiempo.
Y sigue doliendo,
negarlo sería negarme, sería negarte.

Te sigo extrañando y pienso en tu sonrisa todos los días.
Pero por fin supe por qué pasaste por mi vida,
extraordinaria, brillante, hermosa,
pero fugaz y dolorosa.

Pasaste porque debía aprender que mi soledad aún no estaba construida.
Pasaste porque debía descifrar otra mentira.
Pasaste porque debía saborear otra vez palabras vacías.
Pasaste y te fuiste porque aún no era cicatriz mi herida.

Hoy te pienso 
y recuerdo tus consejos 
y me doy cuenta de la razón tras ellos:
prepararme a tomarlos cuando tú me hirieras.

Hoy te siento, 
recordando tus "yo no soy así, no me iré nunca",
y veo cómo te fuiste 
cuando te aterrorizó sentir que de verdad nunca te irías.

Esta es una carta de despedida atrasada.
Pero no me despido de ti, 
porque ya corriste y no querrás detenerte a leerla.

En esta carta me despido de lo que fuiste para mí:
una oportunidad de creer que podía volver a confiar,
una señal de que en el mundo aún hay amor de verdad,
una promesa de que las promesas aún pueden significar,
pero más que todo ello,
una advertencia de que aún no aprendí a no creer.

Esta es una carta que llegará a miles,
pero que nunca llegará a ti aunque la leas.
Porque tu imperio de tribulación está cercado por murallas hechas de tu sonrisa
y la felicidad que yo te causaba era la trompeta que podía derrumbarlas.