7 de agosto de 2018

Pax terminal

Mi paz es tu alimento
la desgarras desde dentro,
mordiscos,
colmillos 
arrancando mi cordura, 
silenciando mi silencio.

Muerdes con desesperación
la desesperación que ahuyento
con frustración
sin éxito.

Carne hecha de alma
marinada de esperanza,
sazonada
de pasado, de presente, de futuro, 
de vacío, 
de este todo que es nada,
de nadie,
de esta nada que es todo,
de todos.

Laceras mi insomnio
te nutre mi oscuridad,
arrancas de mis manos
-huesos sin movimiento-
letras que, en mi caótica mente, 
son perfecta imagen
de una idea que tú abortas
y de cuyos despojos te atiborras.

Eres el Satanás inexistente 
de mi Dios traidor de su nirvana,
el Apocalipsis de mi Génesis,
el diluvio de mi pacto traicionado,
el clavo que traspasa mi juicio final.

Sin resurrección.

Tu fuerza es indomable,
siento no poder vencerla.
Ni lo más bello y angelical de mi existencia
(que no es mucho, pero es tanto)
le da paso a la paciencia.

Eres parásito camuflado de huésped, de esencia.
Eres huésped disfrazado de carroñero y de trampa.

Tus manos
sangran hiel que perfuma mi cuello.
En tus estigmas veo un universo
que nunca tendré para mí mismo.

Eres la derrota que ellos ven como victoria.

La lucha a muerte contra mi muerte.

Eres los gusanos de mi tierra
mordisqueando
mi heroísmo televisado.

No fui hecho para el mundo,
cargo en mis espaldas tiempo prestado,
y mis risas son traiciones
que extienden la trama
de un final aún no presupuestado.

En mí todo es despedida.
En mí todo es mausoleo.

Mi partida de nacimiento es la lápida
que en mi viacrucis debo cargar
hasta ser en ella crucificado.