23 de agosto de 2009

Te ganaste mi cielo porque me diste el tuyo.

En cada recuerdo de mi niñez, siempre estás tú, con tus sonrisas celestes, tus barbas que crecían y cortabas, tus esfuerzos porque cada día fuera mejor que el anterior, tu amor inquebrantable y desinteresado.

Aún cuando te pagaba mal, estabas a mi lado para recogerme si me caía. Y me enseñaste a dar más de lo que creía tener y a recibir lo que me merecía.

Largas horas de sobremesa hablando de tanto. Siempre decías que una de las cosas que más disfrutabas en la vida eran esas conversaciones conmigo al final de las comidas. Hablábamos y aprendía tanto de tu inteligencia y sabiduría y tú tenías la humildad de decir que aprendías de la mía.

Cuando yo decía, de niño, que algo no podía, me demostrabas que sí lo lograría. Nunca dejabas que dijera que no conseguiría terminar algo que empecé. Despejabas la mesa del comedor para los rompecabezas de miles de piezas, que no dejabas que sacaran hasta que pusiera la última pieza, y luego los enmarcabas y colgabas en la pared como un trofeo más valioso que tus logros militares.

Cuando nadie quería ni verme, cuando todos perdieron la fe en mí, ahí estuviste. No tenías dinero ni para comer y partiste tu alimento conmigo. Me diste un hogar cuando nadie quería recibirme y tus consejos cuando nadie creía que yo era rescatable.

Cuando me equivocaba eras estricto y duro, pero eso me hizo fuerte y seguro de mí mismo. Siempre querías desayunos, almuerzos y cenas con todos presentes, sentados a la mesa y compartiendo en familia. Si no los conseguías, tu frustración hacía temblar los mares y la casa se llenaba de huracanes.

Me enseñaste lo que sé. Me diste lo que tengo. Me hiciste lo que soy. ¿Qué más puedo decir del hombre que me cuidó más que nadie? Solo que hoy descanse en paz como se lo merece. Hoy su cariño proverbial, sus lágrimas de felicidad por cada pequeño logro mío, sus oídos que nunca prefirieron escuchar sus placeres antes que mis dolores y su voz que era el sándalo de mis infiernos, descansan en paz en los corazones de quienes lo amamos.

Me sentiría el mejor padre de la historia si algún día mi hija pudiera decir de mí la mitad de lo que yo puedo decir de ti. Y, como te lo puse en una torta que te regalé en uno de tus últimos cumpleaños, siempre lo diré, cada 16 de octubre de ahora en adelante: “Feliz cumpleaños, PAPÁ”.

Descansa en paz tío Oscar. Perdóname por no haber estado a tu lado al final, pero tú sabes que moría algo en mí cada vez que te veía así y sé que tú no querías verme llorar por ti.



2 comentarios:

  1. Que afortunado fuiste, Jees, yo tambien hubiera querido tener un tio Oscar.
    Es muy lindo tu reconocimiento hacia el. No todo el mundo sabe valorar y agradecer lo que recibe. Sobre todo cuando no es algo material.
    aliciaM

    ResponderBorrar
  2. Traté de no llorar, pero fue inevitable...en toda mi niñez y juventud nunca me negó nada, yo susurraba algo y por arte de magia lo tenía en ese instante o al término del día... ¡increíble pero cierto!! jajajaa Siempre pienso que mi papá fue "el mejor del mundo", cuando niña pensaba que esa era la naturaleza de todos los padres y hombres del mundo pero no, ¡MI PAPÁ FUE REALMENTE ESPECIAL!
    Trato de encontrar la forma tan increíble que él tenía de hacer todo fácil y divertido y en la mayoría de momentos no puedo...pero seguiré intentándolo.
    Me hacia feliz cada día, cada amanecer era especial y único a su lado, ir de compras al mercado o al súper era INCREIBLE... volaban las verduras por los aires y yop por supuesto estaba adiestrada para que nunca se me escapara una… jajaj al igual que los platos de loza finísima… Lo máximo!!! Gracias a Dios Maria José te pudo disfrutar, de distinta forma pero recibiendo todo tú amor y sintiéndose la más querida por ti.

    En los últimos años nunca lo vi deprimido a pesar de tantas cosas, lo sostenía su genialidad e idealismo y sus ganas de crear un medio mejor para él y su familia. Los que estuvimos con él, sabemos de su grandeza de espíritu y su fortaleza para siempre estar bien. Lo amo y sentiré agradecimiento eterno por todo lo que me dio y enseño.

    Ahora él es feliz, su alma inquieta y aventurera es libre y puede hacer lo que siempre le gustó...seguramente va a formar un club y será viajero frecuente a los lugares más recónditos del mundo.

    ResponderBorrar