11 de octubre de 2007

Depresión

¿Quién no quisiera que su vida fuese más fácil?
Tal vez todos,
tal vez nadie.
Tal vez todos quieran, como yo,
que la vida no existiese,
que se derrumbara todo antes de haberse dado la oportunidad
de construir algo que le diera sentido
al vacío que deja un segundo al pasar al otro.

La depresión es el estado más esencial de un ser humano,
lo que lo diferencia del animal.
La depresión ha hecho que los que viven deseen no morir,
ha dado origen a la creatividad,
ha prendido la chispa de la divinidad
y ha creado la esencia de la filosofía,
además de ser el alma de las mayores expresiones artísticas
y la melodía de todas las canciones.

La alegría es hija legítima del romance profundo
entre la desesperación y la cobardía
de no querer averiguar lo que sucede luego de morir.
Y la felicidad es toda la prole junta.

La amistad es la prueba radical
de que no queremos saber quiénes somos.
Es la necesidad asquerosa de rehuir a nosotros mismos
y del miedo a encontrar que,
en realidad,
nada tiene sentido.

El amor es la respuesta más desesperada
del ser humano a su sensación de inexistencia.
El amor ata al hombre a alguien para que no se quite la vida,
y al desatarse hace que muchos se la terminen quitando.
Es la manifestación más extrema de la depresión humana.
El amor hace que te sientas especial para otra persona,
destruyendo tu propia capacidad de salir adelante por ti mismo.
Por eso nadie sabe, o quiere, definir el amor.

La soledad y el desencanto han creado las sociedades
y todos los estudios que tratan de salvarlas de su esencial imperfección.

La necesidad de darle un valor a tanto dolor
ha creado religiones y literatura motivacional.
La creencia absurda de que algo puede ser mejor
que toda la mierda que nos rodea
da de comer a cientos de médicos y psicólogos
y promueve la creación y manutención de laboratorios y experimentos.

Todos estamos llegando al mismo lugar,
de formas diferentes.
Algunos,
orgullosos de sus títulos rimbombantes,
otros,
de su arbolito, su hijo y su libro.

Todos caemos por el mismo abismo
y nos aferramos caprichosamente a la ilusión
de creer que hay algo mejor.

Todos estamos muriendo desde el primer día,
ese día en que empezó el terror,
ese día en que empezamos la vida llorando,
para vivir llorando
y morir llorando
y morir viendo a otros llorando
por lo que saben que a ellos también les va a suceder.

04 DICIEMBRE 1998

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