31 de octubre de 2007

(retro)Ceder

Cuando empujo las sienes
El dolor no deja salir la creación.

Jamás sentir podré si no siento
Y jamás tinta podré sangrar
Si no sangro.

Camisa de fuerza
Catatónica
Ciudad rodeada de murallas
Neuronas en batalla con ventrículos.

Cielos constipados
Cacerolas sin invitados.

Bilis /

Sangre //

Estrujo ///

Embrujo ////

Desolación y embelesamiento ///// y ///////

Miento.

JEES
30OCT2007

11 de octubre de 2007

La Inquisición más grande

(Charla presentada en el Centro Cultural ADUNI de Los Olivos el 28 de marzo de 2007)

¿Qué nos distingue de los animales no humanos? Filósofos, teólogos y científicos han ensayado numerosas respuestas y podríamos ser suficientemente generosos como para admitirlas todas. Los más materialistas discuten sobre inteligencia e instinto, los más espiritualistas reducen todo a la capacidad de acercarnos a lo divino. Para los fines de esta exposición, prefiero intentar aportar mi propia respuesta, definiendo al ser humano como el único animal capaz de olvidar a propósito para sobrevivir con una precaria sensación de seguridad.

Nadie puede asegurar si existe o no algún dios. El aceptar sin dudas la existencia de un ser superior a nosotros es tan ilógico como el predicar la certidumbre de que no existe. En medio de estos dos extremos se han movido todas las filosofías humanas. Si vivimos una vez, si vivimos varias; si renacemos para vivir eternamente en cuerpo y espíritu o si somos parte de un ciclo de acciones y reacciones que nos llevan de especie en especie, vida tras vida; si todo termina al morir o si realmente es ahí cuando empieza lo real... El ser humano es un tonel de preguntas sin responder donde no importa qué contenido se vierta. Vino, agua o excremento, no importa con tal de que se sienta pleno.

Definiré para centrar mi punto de vista (que de eso solamente se trata esta exposición) fe, religiosidad y religión. Aclaro nuevamente: esta es una interpretación personal, basada en mis años de experiencia y búsqueda, años que hoy me tienen mirando la vida desde un escalón que he marcado con el siguiente eslogan: “La vida no se trata de encontrarse a sí mismo, la vida se trata de crearse a sí mismo”. Ninguno de ustedes tiene el deber de aceptar estas definiciones como si fueran de la Real Academia de la Lengua, ni tampoco pretendo crear nuevas categorías para libros de consulta. Nada sería más contrario al librepensar que defiendo con enfermiza perseverancia y escasa receptividad.

Empiezo con la fe. La fe no es ciega. La fe ve todo y entiende que hay que creer lo que uno no puede explicar. Si yo no creyera que este suelo existe, no podría confiar en que me sostendrá cuando me ponga de pie. La fe es la base de todo conocimiento humano. Para creer que los planetas se sostienen entre sí por la interacción de sus masas que se atraen en un equilibrio matemático inexplicable uno necesita tener fe. A partir de esa fe es que surgen las posibles explicaciones, las fórmulas matemáticas y las leyes de la física. La misma fe que hace que una dama pida a su dios o sus ángeles por el bienestar de su hijo viajante es aquella que hace ganar premios a los más notables científicos.

Pero, ¿qué diferencia a la fe religiosa de la fe científica? ¿La constatación de pruebas? No necesariamente. Es el objeto de estudio más bien. Cuando dejamos de ver para creer y empezamos a creer para ver, es ahí cuando surge la fe religiosa. Cuando sentimos el suelo bajo nuestros pies y creemos en que no nos vamos a hundir en el vacío, estamos ante la fe científica, una fe que recoge su materia prima de la percepción de los sentidos (engañosos, imperfectos, limitados) y que procesa mediante la herramienta de la inteligencia un discurso lógico que ata cabos sueltos y brinda conclusiones repetibles en laboratorios. Cuando tratamos de explicar la aparición de ese suelo, su necesidad y el plan (o el planificador) detrás de este, estamos ante la fe religiosa. La fe científica busca explicar el funcionamiento de lo que existe y la fe religiosa su sentido más allá de lo evidente.

La religiosidad, por su parte, es la forma personal en que cada quien decide vivir su fe religiosa. Cada quien tiene su propio par de ojos y decide mirar lo que más tranquilidad le traerá a su vida. También tiene su propio par de párpados y decide cerrarlos ante aquella información que puede alejarlo de la tranquilidad que requiere para satisfacer sus necesidades más básicas sin cuestionar su propósito en este mundo. Al fin y al cabo, para servirse un plato de comida es necesario tener el hambre suficiente que nos permita comerlo. Como seres libres, tenemos derecho a vivir nuestra propia religiosidad y nadie tiene por qué pretender que adoptemos la suya. Es en este punto donde aparece la necesidad de definir “religión”.

Una religión es la estructura de opresión creada a partir de la religiosidad personal de alguien que pretende mediante ella conseguir algún beneficio personal, ya sea fama, seguidores, poder, dinero o lo que sea que sus carencias lo hagan buscar. Hay personas cuya religiosidad personal es más elaborada y con ella buscan “salvar” a los demás de los “errores” que ellos ya han superado. Por definición, entonces, quien crea o promueve desde una posición de liderazgo una religión tiene un complejo de superioridad que lo hace sentirse un Mesías o un salvador de quienes están en un nivel menor de comprensión intelectual, emocional o espiritual.

Concluimos entonces que es característica intrínseca a las religiones el que busquen sembrar divisiones, sea cual fuere su discurso. Es por ello que a las religiones organizadas suelo llamarlas sectas, ya que representan sectores fundamentalistas del pensamiento humano enfrentados a otros. Por naturaleza son irreconciliables, ya que no pueden convivir dos reyes en un mismo territorio.

Mientras más intereses (o interesados) dirijan una religión, esta se vuelve más cruel. Surgen los enfrentamientos internos y los seguidores –muchas veces un rebaño de personas de buena voluntad y poco interés en pensar que solo necesitan alguien que los lidere para sentirse seguros- quedan a la merced de sus líderes, personas generalmente no bien intencionadas con agendas propias que pretenden –con el esfuerzo, la limosna y el servicio de otros- recibir un premio eterno (o, si son descarados, inmediato) a su “superioridad” e incuestionable liderazgo descendido de los cielos.

La crueldad interna de una religión se vuelve hacia fuera de manera absolutamente espontánea y como consecuencia inmediata de su propia existencia. Surge el afán por ganarle a “la otra religión”, que siempre es peor, falsa o malintencionada. Solo cuando la estrategia de la confrontación hace que los adeptos pierdan la credibilidad en sus líderes es que aparece la “aceptación” o la “cooperación”. Pero siempre es una aceptación pública, externa, mientras que en el corazón de la secta solo se cocina el intento de atraer más gente y de menospreciar a quien no piensa igual.

La secta católica desarrolló durante siglos el sistema de proselitismo violento más estudiado –y más olvidado a la vez- de la historia. En la búsqueda por hacerse del poder en todos los niveles –económico, religioso, político, social, educativo, familiar, sexual- se instauró un sistema para juzgar a quienes osaran contradecir el status quo de un imperio que propagaba el amor al prójimo con bulas, veredictos, fuego, suplicios, tecnología de tortura y sujeción, armas y litros de sangre inocente derramada en nombre de la “salvación del mundo”. La “Santa” Inquisición fue el campo de concentración más extendido y apoyado por reinados y naciones en toda la historia.

Todos conocemos, unos más, otros menos, los atroces detalles de las cacerías de brujas, los excesos contra los judíos que no quisieron renegar de la estrella de David para cargar la cruz de Cristo, las matanzas por millares de indígenas que rociaban como última ofrenda su sangre a los Apus y la Pachamama. No solo conocemos todo ello, sino que convivimos con y hasta respetamos a una organización que mató a millones y aceptamos sin chistar que nos planten sus símbolos en nuestras oficinas de gobierno, que juzguen nuestras vidas, que critiquen nuestras estructuras y condenen nuestros hábitos. El gran tirano vino, vio y venció y hoy le ponemos el más alto grado de aprobación en las encuestas de popularidad.

Pero, algunos dicen, ya la Inquisición no existe y la Iglesia Católica ha pedido perdón por sus bestialidades, las cuales –dicen- debemos entender y excusar con la mirada de los tiempos en que sucedieron. Pero, nos hemos dejado engañar, una vez más. Y nos dejamos engañar día tras día.

La Inquisición no mataba cuerpos, eso era un mecanismo secundario para conseguir el fin primordial: cosechar mentes. Sí, al más puro estilo de The Matrix. Ese es el mayor crimen de la Inquisición más grande, la Inquisición de siempre, la que existía antes de las matanzas, las hogueras y las mazmorras, la que sigue existiendo en nuestras escuelas, en las juramentaciones de políticos, en las mesas de los jueces corruptos que no imparten sino que parten justicia, en las urnas construidas arbitrariamente por alcaldes en los parques de los distritos de un país que no tiene religión oficial hace casi 30 años, algo de lo que nadie se ha dado –o no se quiere dar- cuenta.

Cada vez que vemos a un Cipriani sentado a la diestra de un presidente en un acto público, ahí sigue redactando sentencias la Inquisición. Cada vez que un Wojtyla o un Ratzinger reciben a un Excelentísimo señor presidente de algún lado y se toman la foto que saldrá en la primera plana del día siguiente, detrás de las cortinas del salón asoman los cazadores de brujas; cada vez que una pareja no puede dormir porque está juntando centavo tras centavo para bautizar a su recién nacido, ahí está un clérigo condenándolos a la hoguera eterna; cada vez que una mujer llora porque no ha conseguido quién la lleve al altar, ahí están los jueces de la Inquisición sonriendo de lado mientras ella es acusada con miradas de amante de demonios y participante de aquelarres modernos. Cada vez que un político se defiende de un ataque respaldando su integridad moral en sus creencias católicas tradicionales, estamos ante los jueces de la Inquisición que dicen que fuera de su iglesia no hay santidad posible.

La secta más poderosa del planeta, la Iglesia Católica, se ha vestido de oveja para colarse en medio del rebaño y devorar con sus fauces a los cándidos, que son los más. Peor aún, es un lobo vestido de pastor, que ha venido engañando a miles de millones de seres humanos a través de la historia y haciéndoles temer un futuro estructurado en volúmenes de reflexiones teológicas y escatológicas. Controlan mediante el terror a lo desconocido a masas que eligen gobernantes corruptos que transan con el cielo para llenarse los bolsillos en el infierno.

Hay quienes se preguntan lo siguiente: “¿Si Jesucristo regresara, estaría de acuerdo con cómo están llevando sus seguidores su iglesia?”. Muchos se aventuran, desprevenidos, a responder que no. Lo siento, mi experiencia y lo que conozco sobre esta institución tiene que defraudarlos. Jesucristo estaría feliz: a él le encantaba andar entre publicanos, ricachones, glotones, pecadores y prostitutas.

Hágase mi carne

Estampas de sangre del ayer
Risas y lamentos perfilados
Heridas henchidas de mí
¿Mendigué acaso el vacío de tu aplauso?

Adules o no allí morarán
Son ayer vuelto mañana
en el tormento de su hoy
Con mi clamor
Con mi calor
Con mi amor
Con mi ardor
Sin importar tu adhesión.

¡Qué? Mi piel no es religión
¡Qué? Mi piel no es secta
¡Qué? Mi piel no es tu otro yo
El que sofocas máscara tras máscara...

Con sangre y tinta
-para mí-
rasgo mi vestidura
¿Desde fuera?
¿Desde dentro?
(Oye, es desde fuera y/o desde dentro).

Tú posees tus historias
-tus monstruos y tus ángeles-
(¿o te poseen ellas a ti?)
Las confiesas entre risas
Las ocultas chorreadas de llanto
Te ensoberbeces con ellas
Te ruborizas por ellas
Yo tengo las mías
y las trajino en procesión
-ermitaña, sin feligreses, sin votos, sin promesas, sin ofrendas-
en el tabernáculo de mi piel
y en las estrías de tu fatigado contrato social.

No te pedí permiso para obrar mi vida
No te di permiso para sancionar mi tinta
No te pedí permiso para componer mis leyendas
No te di permiso para fruncir tu ceño
cada vez que ves los estigmas
del inicio del final de mis tiempos.

Si no eres capaz de descubrirme
en la raíz de mi tinta
¿cómo osas exigirme que te revele
lo que la sangre canjeada me ha dado
y me ha quitado?

10FEB2007

Via Ficticius

De los cabellos te arrastraré
por el sendero que lleva a mí.
Golpeando con rocas
(hechas de mi orgullo)
tu esencia,
de tu tierra santa te excluiré.

Elevado por mi maldad
relevarás a tu pasado.
Con el azote de tu impaciencia
trenzaré en tu espectro mi verdad.

Expulsado del limbo de tu indiferencia
por el tiempo que para ti mismo no encuentras,
mi soplo, que hinche tu espíritu,
cambia en purgatorio tu
(paraíso para ti / infierno para mí)
existencia.

El atajo por el que te llevaré
te precipitará contra mi presencia.
Y tus dioses –ay-
¡cómo se defecarán!
¡cómo se desmayarán!
por cada pecado que te extirparé.

La idea de verte ante mí
-perdóname, miserable y prescindible-
excita mi descuido
y vuelve tiernos y lúdicos
(creativos de creadores)
pecados que en ningún tiempo anterior vi.

Te consumes porque sea tu Cristo
porque la meta de tu vida sea servirme.
¿Mereces acaso tal socorro?
Ni siquiera para remedarme estás listo.

¿Duele verte en mí?
Cómete tu vómito, suicida.
¿Duele verte en ti?
Camina, allá está la salida.

Rebotarás en el espejo de tu llanto...
La fosforescencia de mi alma
[pura]
excava tu vacío.
Procederás
[eternamente]
con sigilo buscando
siquiera una fibra de encanto.

Tú serás mi dios,
Te ataviaré de encaje
(oro, almíbar, incienso, flores)
y magenta.
Te coronaré de aguijones
Y te atravesaré con tachuelas
(con dos y más abajo otras dos).

Pero, no, no te resucitaré.
Que de tal proeza
(que requiere destreza)
se encarguen tus gusanos.

La magia de hacerte notarte en ti
hará que brotes de nuevo
y que riegues tu vida pasada
con gotas de rocío que nunca lloví.

Las letras en tu vía son de sangre
aunque las envasas y ofreces como dulce vino
(patrañero)...
Los murciélagos de tus grutas han despertado
con membranas de muerte,
falanges de sed y hambre.

La brutalidad
de tu futilidad
te ha vencido
te ha festinado las entrañas
te ha lacerado el espíritu
te ha llevado a una vidorria,
a un sinsentido.

El aprieto por fugarte de lo que dispuse para tu futuro
ha arrasado con todas tus energías.
Hoy el sol ha explotado,
lejano,
en tus ojos
y ha empezado tu Apocalipsis, el más duro.

Cuando yo soy dios,
todos mueren.

28ENE2007

Mi cordón umbilical

Mi alma retoza entre tus párpados sellados
Te protege el castillo de mi deseo de verte
No tengo más ganas de vivir para mí
Desde que te supe en mi vida
Toda ella se volvió un homenaje a ti.

El amor tiene un nuevo rostro
Uno que espero ver siempre sonriente
Las murallas más altas escalaré por ti
Seré un manto de refugio
Que te dará calor por siempre.

En tus movimientos todos los dioses son creados
En tu esencia está la mía
En tu alma está mi eternidad
En tu silencio está mi esperanza.

Quiero verte, en mis brazos sentirte
Se rebalsa el amor de mis ojos.
Cada vez que te pienso
No puedo contener
El mar de emociones en que me ahogas.

No sé aún si serás niña o niño
Pero eso no me importa
Ni me ha importado nunca
Porque el amor que me haces sentir
Va más allá de cualquier detalle
Solo quiero que siempre vivas de este gran amor.

Tú eres quien me ha dado vida
Con tu presencia
No yo a ti.
Tú eres mi divinidad
Tú eres mi cordón umbilical.

20DIC2006
(Primer poema a mi bebé en camino)

Si es

Seis de la mañana
Despertando con espectros

Seis
Embobándome con tal compañía
Trazando madrugadas
En mi aposento solit(d)ario

Seis
AM
Antes de la Muerte

Seis
Primor de la ilusión
Desperdicio de arrojo
Conversación dilatada
Por labios enmascarados
Inversión

Seis
Juicio
Calumnias
Enlaces de azufre
Vacío mitad vacío mitad vacío

Seis
Camino de ida
Sendero de espada
Tres testas que ladran
Ante el pórtico que abrasa

Seis

Seis
Dulzura
Reencuentro
Con aquellos que me doblaron
Mas nunca me quebraron
Penitencia
Dulzura de nuevo

Seis

Seis
Sosiego
Silencio cuarteado por un pájaro
Silencio fiado
Silencio exaltado
Propósitos

Seis

Seis

Seis

Promesa de augurios...

22ENE2006

Oscuro mar de mis enojos

Oscuro es el mar de mis enojos
Repleto de honduras
simas y míticos seres
Celestes no son las olas de mis iras
Portentosas barcas han varado en mis escollos.

Toma aire...
No lo dejes salir...

Galeones
Goletas
Carabelas
Mástiles asomándose
Velas asfixiadas por mi brisa.

Mutilados espadachines
Abandonados en costas inexploradas
Llorando al rojo vivo sus derrotas
Pretendiendo olvidar un naufragio eludible.

Turbio placer perenne es la marejada de mi odio...

17DIC2005

Corazón of mine

Seco como la sequedad
Dormida la inspiración
Soledad auto impuesta
Arrullada por ausencias preferidas.

Música
Ganas de besar
Ganas de olvidar
Recuerdos no natos
Pasos no dados.

Teléfonos que no suenan
1+1+1
oportunidades lejanas como yo de mí
¿amo o no?
¿sigo así?

Tanto y tan poco
Tanto y tan palabras
Tanto y tan confusiones
Tanto y tan experiencias
Votos no respetados
Tan queriendo respetarlos
Tan no pudiendo
No tan en la basura
No tan en la existencia

Vacío
Otra vez las dudas
La paz duró muy poco
¿y si es barro en lugar de alma?
Camino repetido
Repetición caminada
¿y si es calma en lugar de barro?

Te necesito
Y no quería necesitarte

¿A quién salvaremos hoy?
Dijo el paso del tiempo
Mientras conversaba con la impaciencia
Silencio tornado en tornado
Sería eso lo que quería
Presión en el pecho
Prisión
Liberación

Pacto muerto asesinado

Otra vez
Otra
Otra
¿ves?

¿Calidad o castigo?

No estaba tan en control como creí
y tú me lo has demostrado
Hades en el cielo
Cielo en el Hades de mi Purgatorio.

04DIC2005

De qué está hecha el alma y de cómo se recompone (bis)

Sentir el alma romperse en sus letras
Saberse sobrecogido por el canto de la muerte
Sorprendido por la ausencia de poder
Calzado a la fuerza por padres de dolor y sangre
Es el desplome más fuerte del que uno puede saber.

Pero, pronto o lejanamente,
Frutos frescos asoman en el árbol del bien y del mal
Los gusanos se convierten en ramas
Los hediondos vapores del destrozo se vuelven éter dulce
Las promesas aporreadas se van a dormir al anaquel.

Y el alma se suma de nuevo
1+1+1
y la razón se nutre de razones
el corazón baja sus revoluciones
y el mundo exterior –que temía me viera tan roto-
se vuelve una morada donde la chimenea está hecha de actitud.

La calidez que se había sublimado se enfría
La erupción del tormento se retrae y sana
El Apocalipsis se vuelve revelación
La mentira que te tatuó el destino con sorna se vuelve adorno
Generación.

Las palabras que antes lloraban su desventura
Se corrigen y hasta cambian de idioma
La posesión diabólica que te pasmaba
es exorcizada por querubines de esperanza
los rezos incógnitos se paran ante ti y te saludan sonrientes.

Los amigos se vuelven notas musicales de una nueva sinfonía
Y los enemigos estiércol que evitas pisar para que no huela mal.

No puedo
Ahora es sí quiero
La soledad se recoge en una esquina, vencida
Pensando, eso sí, y nunca lo olvides, cómo te asolará de nuevo.

Toda la luz que se había tornado en tornado
Se aquieta tras de las tinieblas avergonzadas
Los perdones llegan en dos direcciones
Y las venganzas, en automático, atropellan sin piedad.

El llanto se lleva el desconsuelo
Y trae rosas amarillas
Pétalos para ti y tus queridos
Espinas para quienes te abofetearon.

Las enfermedades del alma están hechas de vapor
El fuego de la vida te hace explotar primero
Pero luego te nutre
Ahuyentando fantasmas, duendes y demonios.
Calcina y cura.

Sentir el alma romperse en sus letras
Es paso previo a verla armarse en sus nuevos números...
1+1+1

12NOV2005

Sobre tu cabeza el Ave Fénix

Solo, sin que alguien parezca preocuparse
Colgando de una horca listo para soltarme
En silencio, cada quien en lo suyo
Parecía que sólo la muerte era quien quería darme arrullo.

Con sólo una gota de agua alrededor y dentro
Cansado ya de preguntar por quienes se fueron
Sacando fuerzas de un recoveco que aún no encuentro
Sorprendiéndome de mí mismo cada vez más.

Un golpe llega a ser encantador como experiencia
Pero pareció ensañarse conmigo el destino
Habiéndome roto hasta la conciencia
Haciendo de todo mi pasado una colección de desatinos.

Amores, idos, lejos todos, golpes míos o golpes que me dieron
Lo planeado se fue por el desagüe con una sola pasada
De un momento al otro la esperanza fue secuestrada
Por el intenso dolor de mis días que ellos se llevaron.

Y yo, llorando hasta secarme, doliéndome a mí mismo
Refugiándome en la pieza más pequeña de mi alma
Escondiéndome con piernas rotas en mi abismo
Pensando que en la pena y la sangre estaría la calma.

Pero eso se fue, y es extraño
Porque las señales que me trajeron a este infierno no han cambiado
Sigue ahí el dolor provocado por tanto daño
Pero parece que ahora el fuego lo ha moldeado.

Siguen las lágrimas en tensa espera
Sigue la angustia día y noche sin desvío
Pero hoy ya no siento que debo renegar de mi tierra
Y mi pasado, si bien carga sigue siendo, me da bríos.

Cansado, maltratado por todos, defendido por nadie
Entre varios me tomaron de la mano y, con engaños,
Me llevaron a un altar ya premeditado
Ofrendándome a patadas, sin rituales, sin esencias, sin baños.

Me dijeron “amigo” y me robaron
Me llamaron “maestro” y sus manzanas parieron gusanos
Me exaltaron con caricias y mimos dorados
Y luego me acuchillaron con esas mismas manos.

A un lado del camino quedé, irreconocible
Traicionado, lleno de besos mordisqueados
Sangrando me arrastré por un camino indescifrable
Y esperé a ver si alguien me recogía de entre mis escombros.

Quienes alguna vez me dijeron “te amo”
Me miraron de reojo y siguieron de largo
Algunos desconocidos me dieron un sorbo de agua
Y los perros que alguna vez de mi mano comieron en mi sangre defecaron.

Y yo creí que el Apocalipsis había llegado
Que el mundo la espalda me había dado
Pero recordé un símbolo que hace años me había ayudado
A salir de las cenizas, menores que las de ahora, pero igual de ardientes.

Recordé malos momentos en los que me había abandonado
Y cómo de ellos había resucitado
Recogí lo que quedaba de mí con mis propias manos
Lo esparcí al aire, lo soplé y poco a poco recuperé mi alma.

El llanto moldeó las cenizas y las convirtió en alas
El dolor miró detrás suyo y cicatrizó por arte de magia
Volví a mirarme con ojos de rayo con cola de aguja
Y recité cuatro letras que son mi única fuerza.

No “dios”, no “amor”, no “vida”
Recité esas cuatro letras que sólo yo entiendo
Que quienes conocen saben a qué saben
Pero nunca sabrán lo que de lograr son capaces.

Sin amor, sin dios y casi sin vida
Recogí los trozos que de mí habían quedado
Y los trencé con mis noveles alas
Amarrándolos con hilos de soledad rechazada.

Armé así un cuerpo nuevo, pleno de colores
Lo até fuertemente con mi suave pico
Y con cola de fuego, de aguijón y de frío
Retomé las alturas de antes y que hoy ya he superado.

Nada me detendrá, nadie volverá a quebrarme
Hoy ya nadie se atreverá a golpearme
Porque he renacido más fuerte, grande y temible
Quienes quisieron romperme me verán de día en su espejo y de noche en sus sueños.

Sí, el Apocalipsis había llegado
Pero no para mí, sino para quienes me han traicionado
Mi venganza será lenta, suave y desapercibida
Hasta que un día explote y sea obvia como nada en sus vidas.

La muerte que ustedes me desearon
Rondará por las puertas de sus casas cada noche
La energía que usaron para volverme cenizas
Les regresará amplificada y llorarán sangre de rodillas.

Hoy estoy de regreso, con látigos hechos de sus lenguas
La saliva que gastaron inventando mentiras
Se volverá el azufre del infierno que los espera
El rechinar de dientes es su eterna y sola meta.

Ni un dedo he de mover, no es necesario
Porque tanta es mi fuerza nueva
Que bastará recordar sus nombres
Para que, cual vudú, los apague el horror.

Sus espadas serán agujas al lado de tal dolor
Sus risas compartidas serán sangre atragantada
Sus labios sonrientes sellados por siete llaves quedarán
Y sus festejos serán lavados por lágrimas inmensas.

Nadie se salvará, el Ave Fénix ya está volando
Y con sus alas tapará el sol de cada quien
Y con su cola de fuego incendiará sus bosques
Quienes bailaron por mi muerte perderán la vista con mi resurrección.

¿Me dejaste en la orilla? Recuérdalo
¿Me atropellaste otra vez para cerciorarte que había muerto? Olvídalo
¿Me pateaste cuando te miré a los ojos pidiendo clemencia? Refúgiate
Que la ira del Ave es de fuego y de paz, sin esfuerzos.

El Ave Fénix vuela hoy y seguirá volando, esta vez mucho más alto
Te estará mirando, tal vez tarde años en atacarte, pero lo hará
Y por más que grites, nadie te salvará.
Y nada será necesario hacer, porque yo, el Ave, soy tu destino.

Te miro desde aquí y no sufro ni por ti ni por mí, porque estoy bien...

23 OCT 2005

El amor verdadero sí existe

Todo estará bien
La pena se apartó vertiginosamente
El dolor se instaló menos (mucho menos) de lo pensado
Todo en su lugar, todo en paz...

Valió la pena toparme con tal pared
Puesta ahí por el destino para franquearla
No para empotrarme en ella y sucumbir como al inicio creí
La ausencia se transformó en voluntad
Y la lágrima se dulcificó en rocío matinal
Sobre el nuevo jardín nacido del abono que ella dejó en mi desierto.

El verdadero amor está en mí
En los amigos que me regalaron su tiempo
Quienes supieron, con paciencia y entrega,
Ayudarme a ser algo mejor que lo que nunca fui.

Si uno deja tirado a quien dijo querer para siempre
Excusándose en que quiere ser mejor persona
Está mintiendo(se)(me)(nos) insolentemente
Nunca podrá raspar con suficientes lágrimas de arrepentimiento
El terror que lo llevó a tan descomunal rechazo
Ni la traición que disfrazó de tranquilidad.

Hoy la energía está encauzada
Nadie ni nada podrá desviarla
Ya soy el principio y el fin
El Alfa y el Omega,
Nadie puede recibir mi amor si no me amo a mí mismo.
Soy mi camino, mi verdad y mi vida
Y nadie nunca más me arrebatará de mí.

El amor apunta donde debió siempre apuntar
El odio: teledirigido

El corazón late más potente
Su palpitar es a cuatro tiempos
J-E-E-S es todo lo que suena
Y la sangre en mis venas
Tiene el tinte de quienes se mudaron a mi vida, embelleciéndola.

Antes no me amé, me disfracé de algo que nunca fui
El mal y el bien no existen más
Todo es hoy paz, orden y planificación
A nada temo porque a mí no me temo.

El precio que pagué
Ha hecho que el destino me llame por mi nombre
Rescaté y potencié con ese amor verdadero
La esencia que regalé a quienes no la merecían.

Pedí perdón y lo seguiré pidiendo
Corazones que golpeé siguen latiendo por ahí
Pero a quienes me hicieron daño y se olvidaron de mí
No les cabrá lugar en mi piedad.

Gracias amigos por iniciarme en el amor verdadero
Gracias por hacerme creer que la vida es digna de vivirse
Gracias por demostrarme que el amor sí existe
Que es más cercano que las distancias,
Más real que las palabras y los llantos de quienes dijeron pero no hicieron
Más dulce que las caricias de quien más tarde da la espalda.

Mis sonrisas hoy tienen nombres propios
Los de mis amigos
Ellos
Quienes estuvieron a mi lado por más testarudo que fui
Quienes me tendieron una mano cuando el egoísmo de otros
No sólo me había soltado, sino
Me había empujado, lejos, tan lejos de lo que antes habían prometido.

Mi corazón está henchido de ustedes
Ya no sobra territorio para el dolor
Su amor verdadero ahuyentó los espectros
Que sembraron quienes se fueron cuando más los necesité.

Nunca olvidaré lo que hicieron (y siguen haciendo) por mí...
Y perdón por haber osado decir que no tengo nada... los tengo a ustedes.

03 NOVIEMBRE 2005

Listo para mí

Tanto tiempo descascarándome por ti
Perdiendo mi piel en tu piel
Haciendo de tus lágrimas las mías
Viviendo en un mundo paralelo creado para ti.

Te entregué lo que para mí debí guardar
Me volví vulnerable y débil por ti
Creyendo que eras algo que no eras
24/7 para ti y 0/0 para mí.

Ahora lo sé
A la fuerza lo aprendí
Tu misión en mi vida cumpliste bien
Y ahí quedarás.

No más amor desmedido
No más entrega total
Gracias por haberme enseñado
Que no vale la pena amar.

Ahora estoy listo para mí
No lo estuve cuando me desechaste
Como no lo estuvieron quienes antes deseché
Pero fuerte y orgulloso me reincorporé.

Éste es mi gracias ruidoso
Del mismo tipo que le daría Jesús a Judas
Un gracias de quien entendió
Que tu rechazo fue el camino a mí mismo.

Estoy listo para mí
He arrancado tu piel de la mía
He nutrido mi futuro con tus restos
He restablecido mis prioridades con tu traición.

Gracias, tu beso traidor es dulce ya
Al comienzo pensé que sería inaguantable
Pero me di cuenta de que el amor nunca traiciona
Y que la amistad no debiera rogarse.

“Olvida nuestros recuerdos
Olvida nuestras posibilidades
En lo que me estabas convirtiendo
Sólo devuélveme a mí mismo
Y no te quedes.
Llévate tu falta de fe
Sólo devuélveme a mí mismo
Y no te quedes.

“No te necesito más
no quiero ser ignorado
no necesito un día más
de ti haciéndome desperdiciarme”.

Estoy listo para mí
No tienes lugar en mi presente
Ni lo tendrás en mi futuro
Porque mi amor quemaste en la hoguera de tu egoísmo.

Ni amistad, ni buena onda, ni hablar bien...
Suerte, la vas a necesitar,
Porque -recuérdalo bien-
Judas terminó colgándose.

16OCT2005

Abono de ti en campo ajeno, cercano

Una mentira te llevó a la otra,
discurso vacío, flatulencia.
Por no quedar mal quedas peor,
por no herir haces más daño.

Por mí no lo hiciste ni por él ni por ellos,
fue por ti, por no darte a conocer.
Una tras otra, muerte lenta...
División resultó de tanta resta.

Cielo gris escondido tras falsa pantalla azul,
Dios crucificado en mis brazos en cruz,
Dolor pintado de maltrato, ruptura,
licencia para matar, para morir, para morir matando...

Tu árbol de historias
será por siempre tu casa rota
donde habitan gusanos
disfrazados de frases bellas y cuentas llenas.

Telas transparentes
pero telas en fin, disfraces.
Máscaras con muecas de carne
músculos atrofiados en un abrazo imitado.

Mentiste una y otra vez,
mentiste a todos y sigues mintiendo.
Una mentira sólo puede perdonarte de otra,
todos los que te amaron han sido eclipsados.

El incienso hoy quema hacia abajo,
la verdad ya no tiene forma,
la señal de tus tiempos está invertida
y nadie sabe hacia dónde lleva el mapa de ti.

Tu templo, profanado por tu lengua,
tu familia quebrada, tus amores confundidos.
Su perdón es sólo una mueca que esconde la eterna duda
que dejaste en las almas de quienes intentaste arropar con tus mentiras.

De por vida has quedado atrapada
en una telaraña que creíste desaparecerías
con una sonrisa tímida, un par de lágrimas
y una frase vacía llena de mortalidad.

Las calles se te han cerrado
has sembrado en el campo de tu futuro
la duda con la que él nunca podrá convivir.
Perdiste tu inocencia en las fronteras oscuras de tu alma.

Ya lo hiciste, ya lo rompiste
esto no se compone, queda grabado en el corazón.
Te quedarás sola, no supiste respetar,
te perdiste en tu confusión y nadie querrá recuperarte.

La finca se quedó sin tierras,
donde construyas el alma se secará.
No supiste amar de verdad
y ahora nunca más lo experimentarás.

Por más que te dé el sí,
la duda, siempre le quedará la duda de mí y de ti...

19OCTUBRE2005

Redefinir

La grandeza de una persona tiene distintos rostros. La vida nos enseña muchas cosas y esta semana he aprendido que es necesario redefinir.

Hoy me siento grande porque he comprendido que estaba equivocado. Una cosa es ser y otra hacer. No puedo seguir mezclando el ser con el hacer. Mi esencia no está en mi hacer, sino que debiera manifestarse a través de éste.

Nunca más quiero ser una sola cosa forzado por el hacer. Quiero dejar libres a mis muchos yos y no temer a que convivan simultáneamente. No quiero volver a ser un tiempo divino y luego profano, primero egoísta y más tarde despreocupado de mí mismo, un día autista y al otro sociable. Quiero vivir una nueva experiencia en mi vida, la de hacer convivir en mi hacer cotidiano a todas las manifestaciones del yo que con tanto esfuerzo he construido a través de los años.

Puedo ser yo de muchas formas y a la vez, haga lo que haga. No más debo encerrar algunas partes de mí tras las rejas de un yo temporal que teme se infiltren las demás gotas del mismo mar.

Para reconciliarme con mi mundo externo (hay mucho con qué reconciliarme), primero haré que los habitantes de mi yo se amen los unos a los otros y puedan convivir en cada respiro, en cada latido, en cada suspiro. No más competencia, se acabó la división, murió desde hoy mi monólogo interno y empieza la era de la libertad.

30 AGOSTO 2005

Spes

La sombra del desorden es aterradora,
claro que hay que tenerle miedo,
pero hay que conocerla porque sino termina ganadora
y hay que buscar el punto por el que desenmrañar su enredo.

Solo no puedo,
claro que quiero
pero debe ser en sinfonía
y así la noche será de nuevo día.

Las palabras se las lleva el viento
así es como hoy lo siento
la historia se repite y vuelve a infectarme
la misma ilógica fuerza que no deja de engañarme.

Solo sí puedo,
claro que debo
el amor empieza por casa
y después hacia otros se desplaza.

No fue sólo mi culpa
los errores son de ida y vuelta
¿por qué proteger la parte que no me corresponde,
por qué destruirme culpándome de lo que otros esconden?

Solo sí quiero,
tengo tanto que disfrutar de mí mismo.
Si otros desechan lo que a manos llenas les di
se lo pierden y yo he de aprovecharlo para crecer.

Mendigar amor es vergonzoso
cuando tengo tanto dentro que darme...
¿por qué aceptar el desprecio y atesorar su dolor?
¿quien me creó las heridas habrá de curarlas?

La parte de mi culpa he de aceptar,
a romper ciclos me empeñaré desde hoy.
El desprecio de quien no supo amar
debe dejar de ser esa droga que me hunde.

Adiós melancolía, sé que vendrás mil veces más de visita,
pero ya no serás bien recibida.
Adiós culpa sin sentido, desde hoy pierdes tu fuerza
porque mi amor empezó a asentarse donde debía.

04 OCTUBRE 2005

Viraleja

Cadencia, impaciencia, la ciencia
De ser como tú me quieres ver
Es calcio para tus huesos.
Virus, para mi alma desquiciada.

Cordura, expectativa, destino
Te dejo perdido en la nota que está
Entre fa y sol.
Fuego de efecto, hielo de causa.

Perdona, no entiendo,
Tus dramas son mis comedias
Mis teatros son tu realidad.
Tus cartas de amor son mi lápida.

No quiero sentir lo que siente tu corazón.
No quiero latir al ritmo de tu canción.
Las manos juntas para no soltarme
Oídos cerrados para no esperarte.

Camina, ladra, come y vegeta.
Tus libros de almohada
Son los zócalos de mi covacha.
Insecto tocado por la llama más alta.

31 MAYO 2003

Soledad

Soledad, me tomaste desprevenido
Cuando pensé que ya te habías mudado
Y a otros horizontes habías partido
A molestar lejos de a quien tanto habías perturbado.

Pero me mentiste, te ensañaste como antes nunca
Haciendo que te conociera en nuevas facetas.
Me golpeaste como nunca antes, en la nuca,
Haciéndome perder el equilibrio y todas mis metas.

No puedo estar arriba ni abajo
Quiero encontrar un equilibrio que no conozco
Mi corazón se volvió hoy un estropajo
Y el dolor mostró su rostro más tosco.

¿Dónde estuvo Dios cuando el amor se fue?
¿Dónde la paz cuando todo fue desesperación?
¿Dónde estuvo la cordura cuando loco quedé?
¿Dónde la esperanza cuando las promesas fueron inacción?

Pagando sin clemencia, así me tienes
Entendiendo que el mundo de veras da vueltas
Que porque a algunos quité parabienes
Me lo devuelves sin rendirme cuentas.

Soledad, me tomaste, helada, de la mano
Y me sumiste en el mayor de los vacíos
En el momento en el que creía que ningún humano
Podría soportar ya tantos fríos.

Te odio Soledad, me enseñaste a querer dejarlo todo
Me llevaste a una sima tan escondida y temerosa
Me bañaste alevosamente con barro y lodo
Y al final sacaste, con vanidad innombrable, tu lengua viperina y pegajosa.

Me endulzaste con las promesas de una supuesta enemiga
Que juró ser quien por fin te reemplazaría
Y al final resultó ser tu más trabajadora hormiga
La que en el peor momento de mi vida me dejaría.

Soledad, me quemaste en las heridas y aún ardo
Me despertaste de un sueño con una pesadilla
Te convertiste en la negada paternidad del bastardo
Y me dejaste sin la luz de ese prometido nuevo día.

Me acercaste tanto y tan temerosamente a la muerte
Por vez primera me hiciste sentir absoluta minusvalía
Yo que había creído haberte probado completamente
Hoy has soltado la carcajada que más me dolería.

Soledad, nunca más podrás ser mi buena compañera
La que alguna vez me hizo sentir especial
Hoy te volviste ave carroñera
Que sobrevuela mi futuro y mi misa dominical.

Solo, nunca tanto me sentí
Rodeado de recuerdos y del amor que perdí
Solo, hijo de quien nunca vi
Me hiciste sentir como se siente en una tienda un maniquí.

Te burlaste de mí Soledad
Haciendo creer que ya te habías ido
Pero ese ardid se convirtió en la verdad
Que hoy marca mi vida y mi triste destino.

Ella se fue y me dejó contigo
Ella tiene quien le haga un cariño cuando te acerques
Yo no, yo te llevo como si fueras en invierno mi insuficiente abrigo
Y no tengo forma de saber cómo detenerte.

Soledad, te apoderaste de mi alma como nunca antes
Me rodeaste de promesas y de calidez sin igual
Pero cuando sentí que ya morías, menguante
Regresaste y me venciste con habilidad sin par.

Soledad, tuviste un nombre nuevo
Te bautizaron en lágrimas de sangre
Y rompiste mi alma con la facilidad de un juego
Convirtiendo mi temporal saciedad en hambre.

Soledad, te retiraste pero solo para tomar impulso
Destrozaste mis esperanzas de quedar libre de mis maldiciones
Me dejaste una tristeza nunca antes vista, unas venas sin pulso
Y me sobrevolaste destruyendo todos mis bastiones.

Soledad, te quedaste a vivir sin que te invitara en casa
Reemplazaste a la esperanza que tocó a mi puerta
Hoy tengo que convivir contigo, mi enemiga, por una plaza
Y hacer ante ti como si mi alma no estuviera muerta.

No me vencerás Soledad, porque hoy sí te odio
Antes te creí necesaria para trasladarme a un mundo paralelo
Y hoy que te volviste eternidad y no episodio
Para tu ensañamiento contrarrestar me desvelo.

Soledad maldita, hoy te rechazo
Con casi ninguna fuerza porque te la llevaste, ya no la tengo
Soledad enemiga, me diste el final zarpazo
Pero cuídate que en el momento menos esperado de ti me vengo.

No me ganarás, aunque al borde me estás llevando
No me dejaré aplastar por las horas que pasan, flacas, parcas
No hoy ni mañana porque el llanto me está obnubilando
Pero sé que en algún momento quedarás sin ganas.

Si te mostrara, Soledad, lo que de verdad siento
Estoy seguro de que me llevarías como se lleva a una hoja el viento...

25 SETIEMBRE 2005

Una ventana (más) al pasado

Miro por mi ventana
una vez más
y veo retazos de mi pasado
desperdigados como hojas de otoño.

Recuerdos del yo niño,
de ése que duerme y llora
de cuando en vez
rompiendo la desesperación.

Llantos guardados en los techos
donde el gato sarnoso ronronea
creyendo que es dueño
del aire que respira.

Risas de juego y risas de verdad,
flotando en el tiempo
recogido en mi mente,
grabado en la mugre de las paredes.

Los anuncios de publicidad
cambiados y recambiados
aún con la misma carga desastrosa,
ladrones de millones.

Edificios que tienen mis huellas,
ascensores que recuerdan mis olores,
departamentos y casas
que abrieron y cerraron sus puertas,
a veces con satisfacción,
a veces con pena o terror.

Mi ventana,
hace meses una ventana más
entre miles que adornan la ciudad.
Hoy su transparencia produce
lo que otras veces produjeron personas,
animales o cosas.

22 ENERO 1999

La inauguración del desagüe

El espacio tiene un desagüe
y Dios se pone su terno.
Dice que lo va a inaugurar.
Prepara su discurso:

"Estoy sentado sobre tu mundo.
Nada brilla en él,
nada huele bien.

Estoy viéndolo desde la lejanía
dentro y fuera,
el infierno es rojo y amarillo,
tu mundo es muy gris, aburrido.

Es la fecha elegida.

Esa fecha de la que habla mi diario...
recién la puse en la agenda.

Antes de que sigas yendo a otros mundos,
buscando convertir a la Tierra
en sólo un basurero
(porque basurero ya es
pero todavía tú vives ahí,
todavía).

Tu casa quieres construir en otro planeta.
Malograste tu terreno
y ahora quieres conquistar
lo que de lejos tus antepasados
miraban con tanto respeto
que lo confundían con dioses".

El desagüe del universo
está a punto de ser inaugurado...

Por ahí se irán mi literatura motivacional,
mis optimismos, mis planes,
mi prole, mi historia,
mi tecnología,
mi comida favorita,
mi primera comunión,
mis cremas y mi cirugía...

Dios se está perfumando y echa su última mirada al espejo...

20 ENERO 1999

Ganas de ser

Va al viento la letra de esta canción
Oídos abiertos, reverencias presten hoy:
Esta ópera es la obra que regaló
Mi esencia al centro de tu caparazón.

Deprecio el desprecio que viene de ti
Nací empujando, a ti te jalaron
Crecí alimentando, a ti te sondearon.
Mi vida es mucho para tu chispa de 2 watts.

Gateas, yo salto.
Intentas, yo enseño.
Cocinas, yo siembro.
Te cantan, yo celebro.

La histeria es tu historia
La hernia es tu tierra.
Las noches, mi altar,
Uno al que ni puedes mirar.

Permite que diga lo que quiero decir:
El polvo no piensa más que en ser barro
Y el barro quisiera ser algún día agua.
Yo soy manantial y piedras destrozo.

31 MAYO 2003

Hágase la mujer

De cal y sílice,
aunque muy flecha.

Haz de luz.
Prisma que diluye
la claridad del rayo traslúcido
que de mi cielo interno emana.

Corruptora de mi sencillez,
de mi calma y fría perspectiva.
Alumbras y oscureces,
elevas y destrozas.

De noches eres, de olvidos,
de preguntas y torpezas mías.
Sacro lo común vuelves
y llenas de mi odio lo que fue vacío.

Madre y muerte eres,
esperanza de permanencia
con una cláusula invisible.

Confunde tu frágil e inclemente liturgia
que escondes entre principios y nervios.
Tú el altar, yo la ofrenda
en nuestro ámbar sacrificio.
Tú la diosa, tú el cuchillo.

22DICIEMBRE1998

Ensoñación

Calcinado por mis propios sueños
Despierto del día que me dejó,
Pegado a mis párpados dolidos
Cargo la esencia de la intención.

El camino al infierno está lleno de buenas intenciones
Y tus intenciones están llenas de infierno.
¿Debo, por ello, deducir
Que iremos juntos al cielo?

Lastima tu pasado con los recuerdos del futuro.
Descuida tu presente con el sueño del mañana.
Camina puesto de cabeza,
Para seguir las huellas de tu desgracia eterna.

Rostros dejando de mirar,
Secuelas de algo que nunca empezó.
Promesas que nunca acabarán,
Cumplidos para progresar.

Me echo la pena a los hombros
Y lloro entre dientes cuando tengo que mentir.
La supervivencia es la esencia
Me entrego con tal de no morir.

Las siglas de tu futuro son Q.E.P.D.
Porque sin P. viviste y hoy la deseas.
Fuiste carga, palabras menores,
Intento de vida, destrozo de calmas.

El ecran se burla de tus escenas
La gente hace cola para salir.
Mi baba es más sabia que tus planes
Tu sabiduría
hace que me ría
(y yo que pensé que algún día la querría).

31 MAYO 2003

En el campo del enemigo

Vivir para esperar que pasen los minutos,
sin deseo, sin motivación,
sintiendo que todo lo bueno
que en algún momento tuve entre mis manos
ha sido roto por mi estrella nefasta
y que no hay forma de arreglarlo.

La presión en mi pecho, que grita:
¡Alguien, por favor, una solución!
no disminuye con el tiempo,
crece y se alimenta de mi incertidumbre.

Las señales son
cada vez más difusas,
cada vez más claras,
cada vez más confusas.

¿Es mi imaginación
la que me cierra todas las salidas
o es cierto que cada una de ellas
está sellada por el inclemente candado
de seguir sufriendo y hacer sufrir?

Viene de muy adentro,
y me quema hasta en la superficie,
está tan abierta la herida
y nada la cierra,
nadie es experto en estas suturas.

Das y das, quitas y quitas,
recibes y ofreces,
prometes y faltas,
haces creer y lo crees,
para que después no sepas
si eres tú quien dañó o quien sufrió.

Más lentamente pasan las horas
cuando quisieras que se acabe la pena,
el dolor del futuro que niega
la posibilidad de sentir otra vez
lo que, con fuerza,
te hizo reir y saltar en el pasado.

Duele la desesperanza,
duele el tiempo,
duele la vida
que, por mi propia culpa,
se ha transformado en muerte.

Y el corazón, taquicárdico,
sigue gritando:
¡Alguien, se los ruego, rápido, una solución!

14 DICIEMBRE 1998

El infierno no es eterno, es diario

Resucitado infierno de la vida cotidiana
Calambre de tiempo
Efectos sin aprendizaje
Basura en mi espejo.

Fiesta y fiambre de gusanos
Sapiencia olvidada en siglos
Cada golpe puedo resistirlo menos
que el anterior que pareció peor.

Huesos sin tuétano
Cáncer al tumor putrefacto
Estallido al dolor de cabeza
Hambre sin posibilidad de alimento.

Soga que ahorca mis esencias
Abrigo que calcina mis veranos
45 grados a la sombra
en un desierto en el que nunca habrá agua.

Tambores, trompetas, murallas que caen
Soles que se detienen
Lunas que duermen y hablan de su lado oscuro,
ése que nadie conoce.

09 DICIEMBRE 1998

Depresión

¿Quién no quisiera que su vida fuese más fácil?
Tal vez todos,
tal vez nadie.
Tal vez todos quieran, como yo,
que la vida no existiese,
que se derrumbara todo antes de haberse dado la oportunidad
de construir algo que le diera sentido
al vacío que deja un segundo al pasar al otro.

La depresión es el estado más esencial de un ser humano,
lo que lo diferencia del animal.
La depresión ha hecho que los que viven deseen no morir,
ha dado origen a la creatividad,
ha prendido la chispa de la divinidad
y ha creado la esencia de la filosofía,
además de ser el alma de las mayores expresiones artísticas
y la melodía de todas las canciones.

La alegría es hija legítima del romance profundo
entre la desesperación y la cobardía
de no querer averiguar lo que sucede luego de morir.
Y la felicidad es toda la prole junta.

La amistad es la prueba radical
de que no queremos saber quiénes somos.
Es la necesidad asquerosa de rehuir a nosotros mismos
y del miedo a encontrar que,
en realidad,
nada tiene sentido.

El amor es la respuesta más desesperada
del ser humano a su sensación de inexistencia.
El amor ata al hombre a alguien para que no se quite la vida,
y al desatarse hace que muchos se la terminen quitando.
Es la manifestación más extrema de la depresión humana.
El amor hace que te sientas especial para otra persona,
destruyendo tu propia capacidad de salir adelante por ti mismo.
Por eso nadie sabe, o quiere, definir el amor.

La soledad y el desencanto han creado las sociedades
y todos los estudios que tratan de salvarlas de su esencial imperfección.

La necesidad de darle un valor a tanto dolor
ha creado religiones y literatura motivacional.
La creencia absurda de que algo puede ser mejor
que toda la mierda que nos rodea
da de comer a cientos de médicos y psicólogos
y promueve la creación y manutención de laboratorios y experimentos.

Todos estamos llegando al mismo lugar,
de formas diferentes.
Algunos,
orgullosos de sus títulos rimbombantes,
otros,
de su arbolito, su hijo y su libro.

Todos caemos por el mismo abismo
y nos aferramos caprichosamente a la ilusión
de creer que hay algo mejor.

Todos estamos muriendo desde el primer día,
ese día en que empezó el terror,
ese día en que empezamos la vida llorando,
para vivir llorando
y morir llorando
y morir viendo a otros llorando
por lo que saben que a ellos también les va a suceder.

04 DICIEMBRE 1998

A mi puerta, tocad

La noche alumbraba con su terror
La mano pálida del ángel,
Quien se asomó a mi puerta
Y olió a través de ella mi sangre.

Un pecado tras otro sorbió,
Se quebraron sus fosas nasales
Con el hedor de mi negación
Y sangró ríos de historia podrida.

Sentí el golpe (¡ay!, golpe aquél)
Sólo cosquillas me produjo,
Sus alas cubrieron su rostro
Y, por fin, vio su mentira.

Huyó, desnudo se vio, se escondió tras la piedra
Y preguntó al blanco ahí sentado:
“¿No era tu fuerza suficiente
para detener la iniquidad?”.

El blanco, sobre la piedra antigua,
Sólo miró de reojo y le susurró, sin notarlo su séquito:
“No confundas, Gabriel,
la necesidad con la intención”.

Su espada, con sigilo, desenvainó,
Alzándola se puso de pie,
Pero mi olor vivió en su recuerdo
Y cayó sangrando otra vez.

“Ya recordé”, sollozando gritó,
“Ese olor lo inventé yo”, murmuró ahogándose,
“Aquella vez te gané, pero te disfrazaste,
y terminaste ganando tú”.

El blanco se paró sobre la piedra
Y de ella brotó mi sangre:
“Aquí estuvo guardada, ahora burbujea,
siempre bañándonos, ahora la ves”.

Gabriel quiso volar a su seguridad,
Pero sus alas eran cicatrices envejecidas
Y envuelto quedó, ahora rojo,
Aleteando sin poderse zafar.

“Todo lo que sube, ahora caerá”,
predijo el blanco golpeando
la roca, que en dos se partió,
con su báculo vuelto cobra.

“Mis anteriores y yo hemos cuidado,
con celo y engaño engañado,
un cielo que nunca ha existido
para que caiga y se nos dé el reinado”.

Desde mi ventana llega la luz
Que mueve los labios del blanco,
Desde mi puerta llega el dolor
Que es la venganza de mi padre, por fin.

El ángel, con garganta atorada
De sangre, de mi venganza sin tregua,
Todavía cree que puede vencer
Y alza una mano a su rey.

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Sus ojos, con horror, se abren,
Esperando la respuesta milagrosa,
Pero sólo escucha mi voz:

“Ahora sabes, vanidoso sirviente,
lo que cada humano siente
cuando tu rey lo abandona
a su suerte y no lo perdona”.

Alcanzó a oír, lo sé.
Y, esas últimas señas de vida
Cerraron el capítulo final
De una batalla que empezó vencida.

El blanco bajó de la piedra quebrada
Y yo subí al trono descubierto
Desde donde pongo en su mitra mi pie
Y él me adora como yo lo deseo.

“¿Y tu dios?, ¿dónde anda hoy?”,
pregunto sin labios, sólo con miradas.
“Fuiste tú desde el principio,
el hijo más fuerte, mi Dios”.

“Tú reinaste en cada reino
y tú has sometido a la piedra”,
dijo moviendo dos mil filas de dientes.
“Tú, Poder, tú eres mi Dios”.

“¿Y Yahveh? ¿Y el Cristo?”, azoté su memoria.
“Excusas, personajes de la obra”,
rió a carcajadas.
“Ellos eran tu disfraz”, terminó y se inclinó.

Sonreí. Llegó el día.
“Anda y predica sobre mí”, le ordené.
“No es necesario”, respondió cabizbajo,
“tú ya eres el rey, sólo falta ver tu rostro”.

Mi padre fue el más bello, un ángel de luz,
pero cuando yo nací de él, lo envidiaron,
él sabía lo que yo lograría,
pero Gabriel y su dios me querían para ellos.

Por eso Gabriel quiso secuestrarme,
Así me lo contó mi padre.
Yo sé que así fue y hoy lo vengo:
“Ya reino yo, sin disfraces, con mi figura”.

Hunde tus uñas, el tiempo ha llegado,
La luna eclipsa al sol,
El ángel ha desplegado sus alas,
Llegó el tiempo de la amargura.

El libro se ha volteado,
Sus páginas –sangrando historia-
son mi alfombra roja.
Mis invitados las pisarán
A pesar de antes haberse vestido de ellas.

¡Suenen las campanas, las mil!
¡Quiebren con su rugir el azulejo celestial!
¡Llegó el momento de vivir!
¡Ahora yo muestro mi rostro!

Así debía de ser.
No más “amén”, sinónimo de hipocresía.
Desde hoy se dirá “odién”,
Sinónimo de así debía de ser.

29 DICIEMBRE 2001

Me di cuenta

Una noche el frío calaba los huesos, destruyendo la posibilidad de recordar que alguna vez hizo calor. Fue entonces que pude notar la presencia, a pesar de que todos decían en esas conversaciones largas (y a veces aburridas) en el bar, que no se podría saber de ello con certeza jamás. Ellos me habían dicho, años atrás, que todo aquél que había intentado verlo, había muerto al instante. Que era fuego, luz, que no tenía forma, que era una sensación. En otras épocas, otros me habían dicho que nadie sabía si existía o no. De pequeño me dijeron que no debía intentar verlo pero que él siempre me vería, haga lo que haga y me esconda donde me esconda.

Bueno, nunca les dije que noté la presencia, no lo vi, solo me di cuenta de que ahí estaba. Es que, no sé, fue como que una presión atoró la boca de mi estómago y no me dejó respirar. Tal vez algunos se asustaron y por eso murieron. Quizás les dio paro cardíaco o respiratorio por la edad o la impresión, y como en esa época le echaban la culpa de todo a la brujería, al diablo o a los santos ángeles, sería probable que pensaran que eso era castigo por haber intentado verlo.

Después de esa sensación, sólo quedó un sabor agridulce en mi garganta y una parálisis que no me permitía diferenciar mis piernas de mis brazos. Sería la presencia o un ataque de nervios por el examen que se me venía.

Siempre fui nervioso, pero no sé si tanto. Es que nunca había sentido eso, y no pudo haber sido el examen.

¿Acaso debía salir a contárselo a todo el mundo? ¿Para que todos se rieran de mí? “Toma tus pastillas relajantes y listo hermanito”, sería la respuesta más sensata que recibiría. Ni siquiera mi psicoterapeuta me tomaría en serio. Ya le había hablado de los fantasmas que había visto de chico y de la experiencia rara que tuve cuando viajé a Toledo, cuando guié a todo el grupo por las calles de la ciudad sabiendo perfectamente por dónde iba. Incluso predije lo de la tienda de espadas y el burrito amarrado a la puerta. Pero dijo que era coincidencia. Así que esto no me lo iba a creer nadie.

Además, ¿qué méritos había hecho yo para sentir esa presencia? Nada que supiera. Era mediocre en los estudios y el trabajo, no era un marido sobresaliente y fiel ni un padre ejemplar -¿qué padre ejemplar se iría con sus amigos a tomar al bar cuando el hijo estaba con fiebre? Pero, tal vez no se necesitaba un mérito especial para sentir la presencia. Tal vez solo se le había dado la gana de estar en ese momento y de que yo me diera cuenta de que estaba ahí. Tal vez ni siquiera se le pueda dar la gana de nada.

Finalmente, ¿qué me importa lo que ellos piensen? ¿Por qué siempre tengo que contarles todo y esperar su aprobación? También tengo mi vida interior y hay cosas que son mías y de nadie más. ¿Acaso le he contado a alguien cómo fui violado por ese empleado de mi casa cuando tenía siete años? Eso nadie lo sabe, ni siquiera mis padres (que en paz descansen). ¿Y acaso saben que me intenté suicidar hace siete años cuando perdí a mi segunda hija? Ni siquiera sabían que mi amante había estado embarazada, ni siquiera sabían que tenía una amante.

¿Qué me importa si alguien sabe de estas cosas? Y menos me va a importar si alguien sabe que noté la presencia esa noche fría.

04 DICIEMBRE 1998

Las ninfas de Selene bailan

La Luna se aferraba al cielo, con su vaporosa melena serpenteando alrededor de las menudas estrellas que adornaban la azabache y honda noche. Mis ojos, marinos como el azul del mediodía, cenaban aquella visión con gula y ansia, con pretensión y envidia.
Los lácteos rayos del menguante espejo mitigaban mi terror al día siguiente, a la luz que mostraba mis máculas y locuras repartidas por todas mis acciones. El rocío sideral que rodeaba la nave blanca humedecía mis pensamientos y amamantaba mis sensaciones.

Alta, fuerte, pacífica, aterradora y misteriosa. Elegante y jactanciosa. "Luna, lunera, cascabelera", ¡que disparate de canción! Me reí bonitamente y pedí merced a Selene por tararear tan vacío sonsonete que nunca podría reflejar las cuatro fases por las que hace pasar a mi corazón con solo avistarla.

Cual espléndido querubín, había desplegado sus alas incorpóreas y llevaba milenios trajinándolas. Sin tedio, sin agotamiento. Todo lo presenció, todo lo olvidó. Testigo con coartadas de doce horas cada doce horas. Un perfil siempre visible, el otro enmascarado, oculto, avergonzado, siempre evitando, siempre urdiendo. ¿No sería ella la Caja de Pandora?

En la longeva casona del cerro, las seis bailoteaban, esquizofrénicas y desvergonzadas, en torno a la mesa. Tres velas blancas y tres velas negras en cada ventana iluminaban su danza. La melodía sintonizaba, pulcra y sensual, con la fricción de su piel maliciosa y el voluptuoso aire con olor a cera, incienso y sudor alcohólico.

Quince kilómetros, pero las veía como si aquí estuviesen, en la ventana por la que divisaba a la Luna persiguiendo al auto de papá.

Sentía sus perfumes florales, sus sacudidas y sus conjuros en medio de risotadas quinceañeras. Se mojaban con la lluvia y sus inexploradas formas se volvían caprichosamente epicúreas.

Risueñas y cándidas, eran lunas con sus camisones de marca que nunca más podrían volver a usar. Lujuriosas y misteriosas, sabían que se desnudaban en la mente de quienes las anhelaban. Pero esta noche no bailaban para ellos, sino para mí. Lo sabían y así lo querían, porque yo era como ellas.

Se durmieron cuando la Luna se avergonzó de que el Sol la viera quebrantable, fragmentada por nubes y cerros. Ellas, doncellas de Selene, remedaron la timidez de su señora y fueron a entretener la penumbra de sus sueños baladíes. Ansiosas y reprimidas, se ocultaron tras sus párpados jadeantes, para despertarse nuevamente muy tarde, cuando el calor del ambiente se fatigó al sentir la calmante respiración de Selene y su conejito gris. Pero, esta vez buscaron a una nueva víctima de sus maleficios.

SIN FECHA (CIRCA DICIEMBRE 1998)

El deseo de que fuese

Ella estudia el último año de psicología y me aconsejó que piense en la primavera. Que me concentrara en ver cómo las hojas crecen y se ponen verdes, reflejando el Sol -que en mi ciudad se ve cada vez menos-. Allá los pájaros -palomas grises con graciosas sombras azules alrededor de los ojitos negros y unos pajaritos saltarines con cresta marrón- se bañan en las caídas de agua artificiales de ese parque que no tiene más de treinta centímetros de parches de pasto pegados encima de un estacionamiento caro y asfixiante de cuatro niveles.

Que me fijara en la primavera, estación tan hipócrita y jojolete que te prepara, como vendedor de relojes usados, para meses de sopor, correrías y negaciones. Bien intencionada tal vez, quizás insegura, me pidió que pensara en la primavera y me inspirara para seguir viviendo. Sobreviviendo, interpreté.

Su mundo es diferente al mío. A ella le gusta el calor, el color y los viajes largos con mochilón y cantimplora a cualquier punta de cerro, con tal de que sea lejos de su ciudad. Para mí, el placer es diferente. Una ciudad estilo europeo, fría y lluviosa, con ardillas corriendo a esconderse entre los árboles inclinados, adormiladitos, despreocupados, con troncos hechos de plata y hojas como láminas de cáscara de oro. Nada de corazones con nombres en los troncos, caquita blanca de pájaro nomás. Lluvia de diluvio, tanta que no le permita a las hormigas caminar por las veredas por temor a morir en tal bombardeo ni a los caballos de la guardia nacional olfatear mi rastro. Lluvia de gotas grandes, de esas que le quitan la oportunidad de trabajo a los barrenderos de la municipalidad y los hace bostezar detrás de sus mascarillas mientras sacan su periódico de ayer del bolsillo, donde también guardan una que otra cosita o monedita que se encontraron barriendo el otro día, cuando no había llovido. Lluvia gestaltiana y ruidosa que opaca los intentos de los charlatanes que se paran en contadas esquinas –debajo de sus paraguas o plásticos baratos- a asesinar sus gargantas y a rematar a dos por una las basuras que se encontraron tiradas en la puerta de alguna casona sin timbre, con manija de león dorado de 1794.

Su mundo es claro, transparente, ordenado, principista, autocastigador. Hasta sus arranques de locura son medidos, calmados, prefijados. Pero ella no es tan cristalina como parece o como cree, tal vez sí en la expresión de sus sentimientos o estados de ánimo momentáneos. Sus verdaderas intenciones son misteriosas y variables, tanto que parece que ni ella misma puede descifrarse.

Me aconseja de acuerdo a su punto de vista. Conoce otros por referencia, nada más. Así como yo conozco el mundo de la magia negra por lo que leí en esos comentarios de escritos post-medievales publicados en Argentina que me compré por internet.

Siempre come a la misma hora, suma y resta sus calorías, se pesa cada dos días sin falta y muere por ir al gimnasio para aliviar la tensión creada por su incapacidad para desinvolucrarse de los problemas de sus primeros pacientes, con los que practica. Dice que eso no lo va a aprender en la universidad, ni tampoco en la vida, pero que como el gimnasio es muy caro, sólo sale a correr por el vecindario y se roba media horita la bicicleta estática que su papá nunca usa, pero que engrasa cada fin de semana.

Con una sonrisa que le hacía pronunciar la "s" con esfuerzo y disfuerzo, me había contado que hizo un convenio al estilo cura confesor con un profesor unos años mayor que ella. Pactaron que cada vez que se sintiera sobrecargada, ella podría recurrir a él sin tener que pagarle. Me comentó el otro sábado, en una de nuestras conversaciones telefónicas (de esas que se prolongan por dos horas o más, en las que hablamos de todo un poco y quedamos callados muchas veces sólo queriendo saber que estamos uno a cada lado del cable telefónico con deseos de no colgar), que su profesor era muy centrado y que la ayudaba mucho, pero que había un pequeño problema, el cual no me quiso revelar sino hasta esta tarde.

Anteayer, la tensión y la confusión le producían dolor en el estómago y le cortaban el sueño -nunca antes había sido incapaz de dormir-. Le sobrevino la urgencia de ir a verlo a su departamento. La confianza entre ellos es tan grande que, al no obtener respuesta, después de tocar tres veces al timbre, entró usando la llave que él se había olvidado en la última dinámica de grupo. Lo encontró profundamente dormido. Entre sueños, se molestó un poco de que ella lo viera desparramado en su cama y usando ese pantaloncito -simpático, pensó ella- del gato Silvestre. Sonrojada, se miró las botas que le llegaban a la rodilla y que le ocasionaban dificultad para rascarse las pantorrillas, le pidió disculpas y se dispuso a salir del cuarto, a pesar de que, en medio de esa incomodidad, se sentía tan cerca a él y segura, como uno se siente cuando cree estar en el lugar exacto en el instante correcto. No había problema. Total, para eso están los amigos, dijo él, casi como una letanía ritual. Le sirvió algo para tomar y se puso una bata delgada, no de seda, pero muy bonita (definitivamente más sobria que el pantalón del gato). En realidad la palabra no era sobria, me confesó jugando con el anillo de la mano a la que ella llamaba "la hippie"... era sensual. Le habló de sus prácticas, de su última visita a la "casa de locos" -como yo le digo- y tomó bastante de lo que él le había servido, que no era licor, pero que sabía delicioso en el vaso en que él siempre tomaba sus bebidas. Lloró, siempre lloraba, pero esta vez porque no quería decirle que hacía semanas sentía que se iba enamorando de él a la velocidad del dolor que no se cura.

Él se dio cuenta de todo sin que ella tuviera que decírselo, había estado sintiendo lo mismo. Tomó con ternura esa mano que a él le gustaba tanto y que miraba de reojo en clase cuando dictaba algún tema que alargaba para verla escribiendo. Le alcanzó una toallita de papel mentolado que tenía en el bolsillo de la bata. Ella se puso más que nerviosa. "Piensa en la primavera", le dijo a su corazón, cuya velocidad había derrotado a su deseo de salir corriendo de allí. "¡No, mejor en el otoño!". Sonrió mientras recordó ese deseo de cambio de estación que podría haberla salvado de un futuro lleno de amor pero no de la inseguridad de tenerlo por poco tiempo. Él acarició su sonrojado y tembloroso rostro. La miró a los ojos. Esos lindos ojos pardos claros que cuando reflejan el Sol se vuelven verdes y cuyos iris están enmarcados por una aureola oscura, muralla mal ubicada que, en vez de esconder sus sentimientos, son una puerta dulce a la claridad de su alma.

Le temblaban las piernas, las manos, y lo peor de todo -porque se le notaba y no había forma de controlarlo- los bordes de los labios y los huequitos en sus ligeramente avergonzadas mejillas. Se arreglaba el cabello desordenado sin éxito alguno, ese mechón siempre le caía sobre la cara. Era gracioso, pensé. Me había dado cuenta de cómo la mayoría de mujeres se cubren el rostro con el cabello cuando están nerviosas, pero ella aclara su frente y sus orejas -que se ponen rojas como si alguien la estuviera criticando en algún lugar lejano-. Seguro que con él se puso así y pude imaginármela. Sonreí mientras me lo contó. Se asustó, creyó que me estaba burlando -siempre piensa exactamente lo opuesto a lo que quiero decir-. Casi no sigue con su historia, pero la convencí de su alucinación (me demoró como 10 minutos lograrlo), y continuó.

Regresó a su mano y la acarició con los labios, dedo por dedo, haciéndola temblar de placer -un placer que nunca antes había sentido y que la sumió en el más grande de los temores-. Él notó su excitación y empezó a subir por la parte interna de su antebrazo, hasta llegar a la altura del codo, allí fue cuando ella se sobresaltó y casi retira el brazo. La retuvo con ternura y prosiguió con pausa hasta su hombro. Él le confesó que nunca antes había acariciado así a una mujer. Parecía tan hábil, logrando que ella temblara y cerrara sus ojos al ser siquiera ligeramente tocada por él, que ella no le creyó. Tal vez nunca le creería. No pronunciaron una sola palabra durante quince minutos. Se dejó llevar, mezclándose estos nuevos placeres con el temor a lo desconocido. Cada vez que ella quería decir algo, su voz se volvía un gemido sordo en el cual querían sobrevivir algunas vocales o consonantes que se arriesgaban a abrazarse pero que, pronto, sucumbían.

Besó su cuello con el borde interior de los labios y ella casi se desvanece en sus brazos. La conozco tan bien que casi puedo imaginarme toda la escena. Los ojos entreabiertos, las pestañas agitándose al ritmo de sus temblores esporádicos, la cabeza recostada en su propio éxtasis, hacia atrás. Me insistió que no pudo dejar de temblar hasta que salió del auto que la llevó a su casa.

Apagó la música para que ella no dejara de prestarle atención a sus susurros. Se rió, asegurándome con los ojos cerrados que nada podría distraerla de él en ese momento. Temió que él fuera como otros hombres, que de inmediato iría a tocar sus pechos o a desvestirla para abalanzarse a un sexo radical y casi instintivo. Pero la forma en que él la acariciaba la hacía sentir terror a tanta seguridad y confianza. Se dejó llevar y estaba dispuesta a todo lo posible, pero él no quiso adelantarse y prefirió tomarlo con calma. No era estrategia, sino respeto a los nervios que ambos sentían y a la amistad que habían desarrollado, que nunca quisieran perder. En medio de la confusión y las erupciones de sus temblores, notó, por su delicado trato, que él quería darle a entender que quería empezar algo que durara. Además, bastó con esas caricias para que ella saliera de esa casa descubriendo que tenía más piel, más nervios y más excitación que lo que siquiera había pensado tener. Se sintió feliz de que él haya sido quien le revelara esas sensaciones.

"Piensa en la primavera", me dijo cuando le pedí ser su pareja, antes de que me contara toda esta historia. Es que para ella esa fue su primavera, y se veía que el florecimiento que experimentó la marcaría por mucho tiempo. Me dijo que no sabía qué pasaría mañana, ni dos días después, pero que valía la pena, porque cualquier cosa que pasara con él sería de las cosas más lindas de su vida. Y ella sentía que para él también lo sería. Durase lo que durase y pasase lo que pasase.

07 DICIEMBRE 1998

Un vampiro como los demás

“Los vampiros no reflejan”, le habían dicho desde niño. Crecía y, a medida que el tiempo lo atropellaba, buscaba escaparse de los espejos para que nadie se diera cuenta. Para que el día no lo agote, tenía que esconderse de la luz, y para ello el lugar donde vivía era de lo mejor. Tomaba unas vitaminas que encontró en un web dedicado a vampiros, uno de esos webs que prometían tranquilidad de día y de noche para aquellos como él, pero le parecía que lo habían engañado, porque igual sentía sueño durante el día y estaba completamente alerta durante la noche.

Comía ajos sin problemas, otro de los mitos que no se cumplían en él ni en otros vampiros con los que solía comunicarse por internet. Una vampiresa –que prefería que la llamaran vampira, porque lo otro le sonaba a ninfómana- le había contado que había intentado incluso hundirse una punta de plata en el brazo para ver si de verdad le quemaba, pero que no había pasado de un rasguño igual al que se hizo su hermano que no era vampiro. Cada vez que veía alguna de esas películas de John Carpenter sobre vampiros, casi se clavaba los colmillos en la lengua de tanto reírse. “Típico de los que creen que saben mucho, pero no saben nada”, se decía mientras comía su pop-corn y tomaba su gaseosa diet sin cafeína [suficiente falta de sueño tenía en la noche como para provocarse más con químicos].

Era alérgico al chocolate y sufría de asma, pero el ser vegetariano lo había ayudado mucho. Hace años que ya no lo llamaba la carne y jamás había tomado sangre fresca de algún desprevenido transeúnte nocturno o de alguna niña gótica seudo londinense del centro de Lima. La película “Entrevista con el Vampiro” le había parecido más cercana a la historia de un mariconcito europeo que conoció tres días después de darse cuenta de que era vampiro, a los 17 años, que a la suya. La ropa no le gustaba y eso de volar por los cielos con los ojos rojos se parecía más a un vuelo con porros que a una travesía nocturna en micro por las calles de Miraflores, acostumbrado que estaba a ellas...

Lo único que le pasaba es que no reflejaba y eso de verdad que le causaba problemas, por eso es que no tenía espejos ni en su cuarto ni en su baño y se había acostumbrado a peinarse y afeitarse al tacto nomás, casi como los choferes de las combis.

Sus doctores le habían dicho que era normal, que su sangre era A+ y que, si bien casi nunca fue afectado por una enfermedad seria, tendría problemas con su salud con enfermedades ocasionadas por la tensión más que por otra cosa. “El estrés te matará si sigues así”, le habían dicho más de una vez. Claro que no sabían que no lo mataría por ser vampiro, pero no era culpa de ellos [lo raro sería que lo supieran...].

Llegó la madrugada y, como siempre, se alistó para su jornada acostumbrada, tomó su rosario, besó su estola morada, cogió la Biblia y salió rumbo al confesionario. Ya había una cola de feligreses listos para recibir la absolución y sus tan esperados consejos que les llenaban el espíritu de esperanza en la vida eterna.

22 OCTUBRE 2002

Del corazón

Cada vez que sonaba esa canción, miraba por la ventana a ver si venía por el camino. Pero, no. Hasta ahora, todas las veces que la canción moría, moría también la alegría en su debilitado corazón al que se le arrancaba –de un tirón- la esperanza, tanto que ella no llegaba a distinguir si el dolor que sentía venía de su enfermo corazón -destinado a un final sin aviso por la junta de médicos del hospital donde su mamá era enfermera hacía 18 años, dos después de que ella naciera en otro hospital en que su papá era médico, aquél donde se conocieron y de donde mamá había sido alejada por los incurables celos del director, pero esa es una historia que ya no quería recordar- o de la pena que le daba el no verlo desde que ella se enteró de su enfermedad y –estúpidamente confiada- se lo contó.

“¿Por qué se lo conté?”, era la frase que atormentaba su cerebro y aceleraba peligrosamente el palpitar de su corazón cada vez que recordaba los maravillosos instantes que vivió con él y que –estúpida, más que estúpida- creyó durarían toda la vida. “Hubiera preferido miles de veces que no lo supiera y se quedara conmigo hasta morir de pronto y sin aviso”. Y lloraba. Y no paraba de llorar. “Pero, él no se merece este llanto y esta pena”, mientras sus manos recogían –cual palas de enterrador- del borde de sus ojos y nariz las lágrimas que, en ese momento, la avergonzaban. “Aún sabiendo que me dejó porque estoy enferma, no puedo dejar de quererlo con todas mis fuerzas”, y las lágrimas –ennegrecidas por el maquillaje que no se había lavado al acostarse- rodaban otra vez, ahogando la tristeza que su corazón no podría soportar ni siquiera si estuviera sano.

Lo peor de todo es que la canción estaba de moda y sonaba cada dos minutos en alguna radio o en la tele. “¡Maldita canción!”, y miraba otra vez por la ventana, soñando ver, aunque sea una vez más, su limpio abrigo caqui volando a la altura de sus muslos, pero no como aquel día “¡maldito día!” en que se fue y dijo “ya vuelvo, mi amor”. Nunca más supo de él. Viajó, decían en su casa. Se mudó, le dijeron dos amigas que lo vieron meter sus cosas en un camión de mudanzas rojo con letras blancas. No sabía adónde estaba, pero lo que sí sabía era por qué no estaba ahí con ella. Otra vez el insoportable dolor en el pecho, el mismo pecho sobre el cual él descansó –angelical, dulce- tantas noches, agotado de amar tanto a quien lo amaba tanto.

Día y noche recordaba –¡casi los sentía!- sus cálidos abrazos y día y noche los necesitaba. “Pero si el maldito me dejó cuando se enteró de mi enfermedad, ¡cobarde! No me amaba”, y las lágrimas se endurecían en la mejilla y en la manga de su camisón. Aún así, lo quería más que cuando la dejó. Ella le dijo que su último deseo era morir en sus brazos y que lo último que quería oír era su voz diciéndole “te amo”. No debió decírselo, eso pensaba, pero era ya tan tarde. Y no perdía las esperanzas de verlo otra vez regresar y tocar la puerta con un ramo de rosas rojas en la mano y esa sonrisa tímida de galán que le derretía el alma y la llevaba a las estrellas.

Otra vez el dolor de corazón, pero más fuerte. Esta vez no era de la enfermedad, era la falta de su amor. Claro, había tenido ya suficiente tiempo sola como para aprender a distinguir cada causa de sus dolores.

“¿Así habrá visto él la casa cuando se fue?”, se preguntó mientras se daba cuenta de que ya no estaba adentro, sino paseando por la callecita de enfrente, la callecita en que él le dio el primer beso hacía 3 años. Y la callecita cambiaba, se volvía irreconocible a medida que ella se alejaba de la casa que la vio nacer y en la cual había vivido siempre. Las luces crecían alrededor de ella y la envolvían, aunque era de noche, brillaban más que el sol durante el día.

“Hola, mi amor”, te estaba esperando. Su voz era la misma, calmada y dulce. “No podría haberte visto morir y no podría haber vivido sin ti el resto de mi vida, por eso me adelanté para esperarte”. Por fin entendió por qué él nunca había regresado por el camino de siempre.

Se tomaron de la mano y sus lágrimas ya no se ennegrecían ni se endurecían, sino que reflejaban esa intensa luz que los envolvió para siempre. Hoy, su llanto fue de alegría y dejó de dolerle el corazón. Otros eran quienes, allá en su casa, lloraron de tristeza desde ese día y por mucho tiempo.

04 MARZO 2002

Cambio de clima

Una fría tarde de abril, una de aquéllas en las que el sol ya se revela cansado por haber golpeado con fuerza durante más de tres meses, vi a toda esa gente caminando. Ya se notaba en sus pieles el cambio de clima, los poros de quienes habían elegido un polo o un pantalón corto se hinchaban, como queriéndose escapar, apurados, para buscar el cuerpo de alguien más abrigado.

Cientos de parejas de ojos que todavía no destilaban las lágrimas que el aire frío de invierno hace llorar. Pocas gripes ya transformaban las caras de algunos, hinchando y enrojeciendo sus narices y pómulos. Sin embargo, casi todos destilaban preocupación, ya que se acercaba la quincena y había que empezar a hacer los pagos de siempre y alguno que otro nuevo. Peor aún cuando abril es el mes de los colegios, cuando las billeteras y las cuentas bancarias se pelean con la educación de los hijos, rejuveneciendo los héroes de los billetes por tanto esfuerzo por estirarlos, para que duren un poquito más y otro poquito más... y otro más.

Noté que algunos no estaban con frío. También noté que ellos no se veían preocupados por gastos ni cuentas. Eran casi la misma cantidad que los que sí. Andaban, sí, algunos adoloridos, otros preocupados, otros como buscando algo sin saber por dónde empezar. Pero, la mayoría iba por ahí sin preocupaciones. Algunos se confundían con los niños mendigos de la calle, acercándose a los que caminaban más rápido para preguntarles algo que no lograba entender. Pero, como si con ellos no fuera, los transeúntes –los que sí evidenciaban frío y pocas ganas de pagar las cuentas anudadas como horcas- seguían sin inmutarse. A mí no se me acercaba nadie, ni siquiera los niños mendigos. Raro. Es que siempre se me acercaban. Pero hoy no.

Yo no sentía frío, pero sí estaba preocupado por las cuentas. Ya se venían los días de pago de deudas a los bancos y los vencimientos de los recibos de servicios públicos. Pensé que el dinero me alcanza con las justas, pero por suerte no es que me falte. Hay que ajustarse un poco nomás. Mientras pensaba en ello, la visión se me nubló un poco, casi imperceptiblemente, y sentí como que la presión me bajaba y se me tapaban los oídos, pero casi nada. No presté atención.

Un policía tocó su silbato al lado de mi oreja. Típico. Ni cuenta se da de que el ruido ése molesta a la gente. Por lo menos debiera de alejarse de las orejas más cercanas y no andar reventándole los tímpanos a quien tenga la desventura de cruzarse por su camino. “¡Oye desgraciado!, yo no tengo la culpa de que ese imbécil esté cometiendo una infracción”, pensé. Ya antes había discutido con policías sobre el mismo tema y no había logrado nada, así que me guardé mi rabia y traté de olvidarla, aunque mucho me costaría, como siempre.

Un par de mariconcitos pasaron por mi izquierda, pero no se voltearon a mirarme. Siempre he tenido jale con los maricas, desde muy joven. Mi esposa se ríe cuando pasan a mi lado y me hace muecas de que les gusté... Pero, esta vez ni me miraron. Una señora joven con sus dos hijitos pasa por mi derecha y me sonríe como si yo fuera cómplice de un secreto que nadie más sabe. Me pareció raro. Miré de izquierda a derecha y esperé a la luz roja para cruzar la pista. Había como 50 personas en la misma esquina, el doble o más de lo normal a esa hora de la tarde. En realidad, había en todas partes más del doble de gente que de costumbre. Algunos con frío, otros así nomás, sin problema por el cambio de clima.

Me acerqué al puesto de periódicos y la señora que atendía ni me miró, aunque normalmente me saludaba. “Estará preocupada por algo”, supuse y seguí leyendo las noticias. Las de siempre, “Toledo con desaprobación del 75% en última encuesta de Apoyo”, “Los congresistas cobraron un sueldo más por escolaridad”, “Telefónica es acusada por AT&T por cancelar arbitrariamente su línea para llamadas al exterior”, “Bush dice que Saddam ha muerto, pero no han encontrado su cuerpo”, “Bocona aclara a Gise y ella quiere canearla”, etc...

De repente, una ambulancia de los bomberos aparece por la esquina de enfrente y da la vuelta rápidamente, con la circulina encendida y el altavoz que chillaba escandalosamente, silenciando por un momento el llanto de un niño engreído que llama a su mamá para que le compre un póster de Spider-Man. De cuando en cuando, la voz de un bombero se escuchaba por el altavoz: “auto azul, muévase, deje pasar”. Por supuesto, como siempre, los carros interrumpían el paso y no se movían. No faltaban los vivos que se ubicaban detrás de la ambulancia para pasar más rápido. El policía del pito ni caso. Estaba muy ocupado mirando a una chica y haciéndole señales para que se fije en ella el panadero que le estaba vendiendo su empanada obligada de las 6 de la tarde.

A un minuto de la ambulancia, a mayor velocidad pero con igual dificultad para pasar, se apresuraban unidades móviles de varios medios de comunicación. Aparecía una tras otra, entrando todas desde distintas calles. La gente empezó a correr hacia la zona donde estaba mi casa, pero sólo los que tenían frío. Los otros no.

Me dio curiosidad, así que me alejé del puesto, pasé frente al policía que hablaba con el panadero -con la boca llena y las dos manos pegadas al plástico baboseado de su empanada- acerca de la chica que acababa de pasar. Crucé la pista y vi que la ambulancia se estacionaba frente a la puerta de mi casa. Me pareció muy raro, porque a esa hora no había nadie ahí. Mi esposa estaba trabajando y mis dos hijos estaban con sus abuelos, ya que a ellos les tocaba recogerlos del colegio y llevarlos al cine ese día de la semana, como siempre.

Los bomberos preguntaron a la empleada de los vecinos si había alguna forma de entrar a mi casa por el techo de la suya, lo que me pareció más extraño aún. Pensé que tal vez algún ladrón se habría metido escapando y se habría accidentado al tratar de subir por mi techo. Me acerqué más y vi cómo los bomberos entraban por la casa del vecino hasta la mía y desaparecían, al mismo tiempo que desaparecían las decenas de palomas que se apostaban ahí a esperar a la señora que les traía comidita todos los días a las 5 de la tarde. Las cámaras de televisión y los fotógrafos se empujaban unos a otros para tratar de entrar detrás de los bomberos, pero un par de serenos que acababan de llegar se pararon en la puerta e impidieron el paso. La empleada cerró la puerta.

Dos minutos más tarde, un bombero salió por la ventana de mi dormitorio y gritó a otro que lo esperaba fuera de la ambulancia que le abriría la puerta, que saque la camilla, que se apure, que ya no se podía hacer nada. Me asusté mucho más y empecé a pasar entre los curiosos. Me acerqué a la puerta de mi casa, pero la cantidad de gente que había no me dejaba pasar. Empecé a gritar “¡es mi casa, déjenme pasar!”, pero nadie me hacía caso. Tenía miedo, mucho miedo. ¿Y si mi esposa había llegado antes? ¿Y si mis hijos no habían querido ir al cine y los abuelos los habían regresado? ¿Y si estaban todos en casa y alguno de ellos estaba en problemas?

Logré pasar entre las decenas de curiosos y metí la mano a mi bolsillo para sacar mis llaves. En el momento justo en que metí la llave a la cerradura, los bomberos de adentro abrieron la puerta y me tuve que hacer a un lado para que entre la camilla. Me cerraron la puerta y tuve que recoger la llave que se había caído al suelo. Pasó medio minuto hasta que encontré la llave y mil horas en mi cabeza pensando en todas las posibilidades, desde la más absurda hasta la más grave. Los nervios se apoderaron de mis manos y no lograba abrir la cerradura. De inmediato, los bomberos volvieron a abrir la puerta y sacaron la camilla con una persona recostada sobre ella. “Permiso, permiso”, decían mientras yo repetía lo mismo para que me dejen pasar y ver qué sucedía. “¿Quién está en esta camilla?”, pregunté aterrorizado mientras notaba que la manta cubría todo el cuerpo y el rostro de la persona que yacía sobre ella. “Ojalá que sea un ladrón...”, pensé mientras los periodistas se arremolinaban alrededor del cuerpo que los bomberos llevaban a la ambulancia.

Un fotógrafo, en su afán de conseguir la mejor foto del incidente, levantó la manta y dejó ver el rostro del accidentado. Los bomberos lo taparon de nuevo sin que nadie se diera cuenta de quién era. Empecé a gritar desesperado. Quería saber. Necesitaba saber. Un bombero gritó “¡dejen pasar, ya está muerto, dejen pasar!”, pero eso incitó a los periodistas a acercarse más en lugar de alejarlos.

Mucha gente pasaba por la zona sin interesarles lo que pasaba, como si no existiera para ellos la escena. Me di cuenta de que era la misma gente que no sentía frío ni se veía preocupada por los pagos de la quincena.

Me acerqué a la ambulancia y uno de los periodistas volvió a retirar la manta del rostro de quien yo quería que fuese un ladrón que tuvo la mala suerte de resbalar al querer escapar por el techo de mi casa. Esta vez, la manta descubrió todo el rostro. Se veía morado, pálido, irreconocible. Era un hombre como de mi edad. Respiré tranquilo por un momento. “No es mi esposa ni son mis hijos, era un ladrón”. Pero, la camisa que usaba me era familiar. Era una camisa blanca de terno, como cualquier otra, sin embargo, me era muy familiar. Miré a mi alrededor y la vecina había salido. Estaba hablando con el bombero que entró primero. Me acerqué para identificarme, averiguar algo y ver si era necesario que tomaran mi declaración, pero ni el bombero ni la vecina me dieron importancia alguna. “Soy el dueño de la casa”, le dije al bombero, sin que éste se voltee a verme.

“Era un buen señor”, dijo la vecina entre sollozos. La sentaron, le dieron un vaso con agua y le preguntaron por el nombre del fallecido. Ella, con un escalofrío, se volteó hacia donde yo estaba, y, retirando la mirada, dijo mi nombre. Me volteé hacia la camilla, que ya estaba adentro de la ambulancia, y sentí frío por primera vez, pero no un frío por el cambio de clima, sino porque me di cuenta de que el cuerpo que se llevaban era el mío.

12 ABRIL 2003